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La fuerza de la desobediencia, por Sadri Khiari

Sadri Khiari, activista tunecino exiliado en Francia desde principios del año 2003, es uno de los miembros fundadores del Partido de los Indígenas de la República (PIR) del cual es actualmente unos de los dirigentes principales. Ha publicado, entre otros, Pour une politique de la racaille. Immigré-e-s, indigènes et jeunes de banlieue, éditions Textuel, Paris, 2006 et La contre-révolution coloniale en France de de Gaulle à Sarkozy, éditions La Fabrique, Paris, 2009.

 

Desde hace muchos años leo. Leo todo lo que se escribe sobre la situación política en Túnez. Casi todo, para ser sincero.

He leído análisis sobre la economía tunecina, que marcha o no marcha, que "marcha... ...pero" o que "no marcha... pero".

He leído artículos acerca de la omnipotencia de la policía, de los ataques a las libertades civiles, la represión, la prisión, la tortura y la acción de los defensores de los derechos humanos.

He leído artículos sobre la corrupción en las altas esferas del Estado, informaciones rigurosas, rumores o simples chismes sobre el nepotismo mafioso de las "familias" [cercanas al poder].

He leído artículos sobre la influencia norteamericana, el respaldo francés, el apoyo europeo, las conexiones con Israel.

He leído sesudos estudios sobre la naturaleza del Estado y el sistema político tunecinos, sobre la existencia o no de una "sociedad civil", sobre la existencia o no de una "opinión pública".

He leído ensayos de Antropología de la Autoridad, ensayos de deconstrucción de los mecanismos de poder más microscópicos, análisis del discurso, estudios culturalistas explorando el alma tunecina desde hace un siglo o dos, a fin de desvelar las razones de Ben Ali.

¿Qué es lo que falta?

El pueblo.

El pueblo que desobedece. El pueblo que resiste en la obscuridad de la vida cotidiana. El pueblo que cuando es olvidado demasiado tiempo se hace recordar al mundo e irrumpe en la historia sin previo aviso.

Si algo he aprendido de la lucha de los esclavos negros americanos, sobre la que he trabajado un poco, es que no hay servidumbre voluntaria. No hay más que la espera impaciente que erosiona la mecánica de opresión. No hay más que la tensión día tras día, minuto tras minuto, para derribar al opresor.

De lejos nos parecen insoportables compromisos, y no cabe duda alguna de que existen, porque hay que sobrevivir; pero casi siempre mezclados con la indisciplina, la rebelión; resistencias moleculares que se condensan y explotan a la vista de todos a su debido tiempo. A la opacidad del poder despótico se corresponde la opacidad de las resistencias; las vergonzosas formas de lealtad y clientelización caminan de la mano de la construcción de solidaridades populares; las tecnologías de control y de disciplina se acompañan de dispositivos de esquiva, de camuflaje, de evasión y de transgresión que perturban el orden establecido.

No hay opresión sin resistencia. Sólo el tiempo que se estira más o menos lentamente antes de que surja, inesperado -o perdido de vista-, el heroísmo colectivo de un pueblo.

¡Haz que se largue el déspota!

 

Sadri Khiari, 9 de enero de 2011.

 

Traducido por Antonio Giménez.